La
habitación tiene una luz preciosa esta noche. Junto con las melodías acústicas
de Iratxo, se ha creado la atmósfera perfecta.
Ha
sido un fin de semana intenso y bonito a partes iguales. De hecho, está siendo
un curso intenso y bonito a partes iguales. Es curioso que decida plasmar estas
ideas aquí y ahora, dado que dejé de publicar hace ya tiempo. Sin embargo, como
siempre en nuestros días, hay bastante más realidad detrás de lo que se cuelga
en internet. Dejé de compartirlo, pero jamás cesé de escribir. Supongo que
tampoco lo consideraba necesario, dado que muchas veces los textos tomaban un
cariz demasiado íntimo y personal. Durante algún tiempo, me daba incluso miedo
enfrentarme a ellos: hubo días malos y habían quedado plasmados en papel, lo cual,
como casi todo, podía fácilmente convertirse en un arma de doble
filo.
Recuerdo
haber trazado en algún momento frases que, curiosamente, decían algo así: ''me
hubiera encantado empezar a escribir esta libreta en primero de carrera, para
así poder ver de manera más tangible el cambio''. Supongo que estos dos últimos
años han traído consigo un aprendizaje ingente, aunque conllevase enfrentarse a
más de un trago amargo. Ahora y, como siempre ante el abismo de la
incertidumbre, vuelvo a hacer balance. De lo que ha pasado, de lo que pudo
haber sido y no fue, de lo que es, de lo que será. A veces me cuesta encontrar
el equilibrio entre reflexión y obstinación, pero las dudas son tantas y tan
diversas que sería casi torpe eludir el espacio que habitan. Aun con ello
y, por suerte, el resultado obtenido hasta ahora no puede ser más que satisfactorio. Sé con
certeza que no son palabras huecas, pues también ha habido algunos lacerantes.
Relegadas
en un segundo plano las preocupaciones absurdas; quedan inquietud, quedan
ganas, queda ambición, queda potencial latente, queda la certeza de que no hay
nada escrito.
Y mientras tanto, no me arrepiento de las veces que
no supe ser feliz.