12/4/18

Calima.



Me parecería de lo más mediocre y ordinario empezar haciendo alusión a una fecha y al tiempo que le acompañaba, pero creo que una niebla cerrada, casi opaca, con sus respectivos 9 grados a doce de abril, es digna de mención. Así que tengo la nevera completamente vacía y ninguna intención de ir a comprar. Siempre se puede sobrevivir, como mínimo, hasta el día siguiente.
No pienso moverme de aquí. Tengo la maleta tirada y abierta en suelo, la cama deshecha y una taza con posos de café a mi izquierda. 
Está sonando Michael Jackson en Spotify. Hace unos meses, tantos como tiempo llevo sin aparecer aquí, creé una  playlist nueva. 
Vamos a ser sinceros: abrirse en canal siempre gusta; al morbo de la debilidad de cualquiera que no seas tú mismo es difícil resistirse.
Estaban siendo unos días de mierda a todos los niveles posibles; desde lo personal, en términos de una crisis existencial que fue desde la peor de las resacas hasta la madrugada del sábado siguiente, hasta lo más nimio y banal. 'Como el tiempo', me atreví a pensar. Tengo que decir que, después de aquella temporada, no creo volver a infravalorarlo con la misma osadía.
Llevábamos días sin ver el sol. Personalmente, el gris me tenía consumida en cuerpo y alma. Me preocupaba bastante poco el moreno veraniego, menos en diciembre, pero cuando hablamos de prácticamente ninguna hora de sol en todo el invierno, la cosa cambia. No obstante lo cual, con el poco ánimo que tenía aquellos días, un arrebato de cambio quiso brindarme algo de luz. Empecé a reunir canciones que, por una razón o por otra, siempre conseguían ponerme de buen humor. No importaba el estilo o el idioma, era simplemente el sentimiento que generaban en mí; derivando en emociones cada vez más duraderas. Una terapia repentina y casi absurda, pero tremendamente eficaz. Llamé a dicha lista ''it’s raining men''. Qué le voy a hacer, siempre he tenido ese humor estúpido.  
Hoy es uno de esos días. Raros, en los que sientes que todo está siendo un punto de inflexión, o al menos cambio. A veces me cuesta adaptarme a él. Sobre todo cuando, llegado el momento de recoger los frutos del último esfuerzo por fundirme con ese entorno, tengo que volver a volar. Es una putada que no pueda usar Spotify en los aviones, probablemente se me haría mucho más llevadero con Queen o Eric Clapton bramando melodías.También (muy) probablemente esto no pasaría si pagase la versión Premium, pero cómo luchar contra la sutil debilidad por la queja fácil que siempre he tenido.
He vuelto. El proceso de adaptación sigue su curso. Las etapas llegan y pasan y, muy en mi interior, en lo más recóndito de mis adentros y por mucho que me lamente por tener que volver a alterar la rutina; no quiero que termine.  
Va a ser difícil reaparecer para quedarme cuando, la persona que se fue, no tiene nada que ver con la que vuelve. 





11/2/18

Inexperiencia.



La falta de costumbre nunca fue buena aliada. El no estar familiarizado con una determinada sensación, e incluso emoción, nos lleva a sentir miedo, vulnerabilidad y la necesidad de estar arropado por los nuestros. Cuando, por circunstancias, no cuentas con nada de eso, te ves rodeado por dos alternativas de salida: tirar la toalla; dejando que te ahogue y te consuma con ello, o sacar fuerzas de flaqueza y vencer. (Y por tanto, también crecer). Siempre me ha dado cierto reparo publicar lo que escribo, ya que no deja de suponer abrirse en canal y compartir, con todo el que se preste a leer, lo que baila en mi cabeza.  Nunca se escribe si no hay una razón de más o menos peso detrás, que evidentemente no tiene por qué ser siempre negativa. 

El mundo emocional es tan amplio como incierto. En mi intento por comprenderlo, llevo meses lidiando con sensaciones que jamás pensé que viviría, algunas más agradables que otras. Aún con todo, el aprendizaje que estoy sacando de todo ello no me deja más opción que alegrarme por el balance positivo obtenido hasta ahora, aunque por el camino haya derramado lágrimas y sentido que necesitaba el calor que sólo un hogar puede proporcionar. Todos tenemos miedo. No a las mismas cosas, no con la misma intensidad; pero absolutamente todos lo hemos experimentado en más de una ocasión. No estoy intentando más que decirle a mi yo futuro que las cosas, tal como vienen, se van; la resaca, la tristeza por una despedida amarga, la alegría infinita por ver que el esfuerzo se ha visto reflejado en más de un 10/20 o el cariño que se ha ido afianzando desde el pasado septiembre. El cansancio acumulado, la vergüenza al pensar cómo estaré pronunciando cualquier anglicismo o la sensación de inexperiencia con que aterricé en un país desconocido hasta entonces. También la rabia, la impotencia, la decepción al comprobar el efecto del paso del tiempo.

El vértigo al pensar que no eres ni la sombra de la persona que viajó un jueves soleado de otoño.  Verte convertida en alguien aún más capaz, más independiente, más segura, más fuerte que ayer. Y el saber que aún queda mucho camino por recorrer.