Es otoño. Septiembre. Viento, hojas rotas y flores marchitas. Subo las escaleras; segundo piso a la derecha. Llego. Elijo mi sitio: contra todo pronóstico, en primera fila. Nunca me ha gustado demasiado estar delante. - 'Demasiado al descubierto' - pienso.
Los días pasan sin novedad. Nada fuera de lo común. Empiezo a distanciarme. Empiezo a estar cansada de fingir que soy como se supone que tengo que ser. Empiezo a distanciarme. Empiezo a ser más cauta, más observadora, empleo más tiempo en darle vueltas al porqué de casi todo. Sin saberlo, una barrera invisible e infranqueable empieza a erguirse ante mis ojos, aún ciegos, inexpertos. A lo mejor la vida no es tan como te la habían contado. A lo mejor nada es tan como te lo habías imaginado. Niños. Ilusos. ¿Pero acaso no lo son aún más los adultos? Tampoco les faltan razones.
Siguen pasando los días. El muro ya es casi indestructible, sus cimientos son demasiado resistentes. Su altura escapa a mi control, es demasiado grueso, demasiado grande. Me faltan recursos, no sé por dónde empezar.
Consigo escalarlo.
Subo. Avanzo. Estoy en la cima. Ni un ápice de vértigo.
Me lanzo al vacío.
[...]
A ti, que me lees y te identificas.
A ti, que me lees y piensas que ojalá alguien te hubiera advertido de cuánto iba a doler la caída.
A ti, que has llorado en la quietud de la noche.
A ti, que hubieras dado cualquier cosa por ser correspondido.
A ti, que has anhelado la compañía de un amigo.
A ti, que has pensado más de una vez por qué razón nadie te entendía.
A ti, que te has sentido rechazada por cualquier razón.
A ti, que a veces sigues replanteándote si tomaste bien aquella decisión.
A ti, que no te gusta fingir.
A ti, que te gusta ver llover porque es como si el cielo expresase lo que sientes.
A ti, que no te gusta mentirte.
A ti, que no soportas las injusticias.
A ti, que sigues emocionándote como el primer día al escuchar 'So Far Away'.
A mí, que de no ser por aquella época, seguiría al otro lado del muro.
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