Fiel compañera. Confidente paciente, presente, eterna. Siempre conmigo, de un modo u otro. Me ayudas a expresar lo que no sé decir con palabras, pones melodía a lo que pienso en cada momento, consigues calmarme cuando nada ni nadie más en este mundo es capaz. Siento auténtico vértigo al pensar cómo sería mi vida sin ti, en cuánto cambiaría todo, en las infinitas cosas que me hubiera perdido de no ser porque apareciste. Si algo me tranquiliza es que siempre vas a estar conmigo; cuando esté triste, cuando la impotencia se adueñe de mi existencia, cuando irradie felicidad por cada uno de los poros de mi cuerpo, cuando la indignación se apodere de mí, cuando me sienta sola volviendo a casa, o simplemente por puro placer.
No tienes un día, tienes trescientos sesenta y cinco.
Gracias por haberme acompañado en muchas de las experiencias más
enriquecedoras y satisfactorias de mi vida. Gracias por hacerme crecer
escuchando letras, por llenarme de conocimiento de mil maneras diferentes, por
poner banda sonora a mi día a día. Gracias por proporcionarme paz cuando más lo
necesito, por darme la oportunidad de viajar, de conocer gente, de ir a
festivales, a conciertos; verlos y darlos, de entender cómo con trabajo y constancia se
consiguen las cosas, aunque tenga que tocar ese pasaje veinticinco veces más.
Gracias por escupir realidades que es más que duro escuchar y digerir, por
inculcarme pura pasión por lo que hago, por hacerme ver que el esfuerzo, por
normal general, suele merecer la pena.
Gracias, música,
por acompañarme todos estos años; las dos sabemos que sólo ha sido el principio de todo lo que está por venir.
Feliz Santa Cecilia.
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