Era una anciana entre adolescentes. Una reliquia entre juguetes nuevos. Ese 'aquel' con polvo y mugre acumulados que reclamaba sus derechos de reconocimiento al olvido.
Noble y educada, lucía sus rasgos de antaño de
manera peculiar; su físico siempre ha revelado erróneamente su verdadera
identidad. Su humilde interior albergaba los justos espacios para
llevar a cabo la vida cotidiana; cada uno de ellos dotado de aleatorios
elementos intrascendentes. Sus paredes callaban con enorme lealtad secretos que
quizá nunca nadie llegaría a desvelar. Su desnivelado suelo, caminado por tantos,
no era más que otra muestra de su inminente antigüedad. Su techo ennegrecido y
su pasillo desproporcionado llevaban al espacio, actualmente vertedero
privado, en el que animales y seres humanos habían compartido hogar en una
misma estancia años atrás.
Así mismo, a su izquierda se encontraba, sin pasar
desapercibida, la causante de innumerables traumas infantiles. Huésped de colosales
nubes de polvo y microorganismos vivos, vivía dotada de la peculiaridad máxima:
su forma embudada.
Por último, el cuadrilátero que custodia
todo tipo de víveres y manjares; como todo lo descrito anteriormente,
notablemente amorfo y anticuado.
Pasados más de cien años y tras varias
generaciones habitantes presento, con toda la objetividad que he sido capaz
de plasmar, la humilde casa de mis tatarabuelos;
aún en pie.
Me ha revuelto las emociones y los recuerdos de mi niñez. Gracias cariño :)
ResponderEliminarGracias a ti por leerme <3
EliminarMuy bueno Sara!!!
ResponderEliminarGraciaaaaas!!!
EliminarGenius. Bonita descripción arquitectónica.
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